domingo, 20 de julio de 2014

LA FRANJA DE GAZA...LA FRANJA DE "CASA"

LA FRANJA DE GAZA…LA FRANJA DE CASA (MÉXICO)

Si no queremos convertir a México en algo similar a los pueblos de Israel-Palestina, donde generación tras generación, se fomenta el odio, la venganza, la violencia, el exterminar al otro, sino paramos en México está única salida que encuentran los niños, los jóvenes mexicanos, de opción de vida, el emplearse e integrarse a la carrera de la delincuencia (que es la única con constante oferta) para salir de su pobreza, de su vida sin caminos. Si cualquier partido que llega al poder hace lo mismo, combatir con toda la fuerza armada a la delincuencia y no combaten la raíz del mal creando opciones, para todo aquel niño, joven, que ha nacido sin un centavo, (solo hacen cosas para emprendedores con dinero, no hay créditos para quien no tiene un peso), no hacen talleres de todo tipo GRATUITOS (la cultura, la educación son las mejores armas), ni centros GRATUITOS donde se enseñen oficios por ejemplo y complementar con fomentos económicos para poder desempeñar el oficio adquirido, es decir para adquirir por ejemplo sus herramientas de trabajo, locales apropiados para lo mismo, etc... (Debería hacerlos por miles en todo el país), todo lo que sea de utilidad para  auto-emplearse a nuestros jóvenes, porque el incremento de empleo en el país es nulo (promesa de toda campaña política) de no ser burócratas, diputados, senadores, funciona ritos, nuevos partidos (nueva carrera en México, los partidos son negocios lucrativos), todos estos empleos si crecen, o son cada vez mejor y altamente remunerados,  aunque muchos de ellos no trabajen, no produzcan nada en absoluto, no produzcan beneficios más que para ellos mismos, fijándose para ello su sueldo, un sueldo desmedido e insultante para este país, un dinero que se va al caño, al contenido del drenaje (a la mierda pues) o a la cartera personal de cada uno de ellos, lo que es razón de lo mismo (a la mierda), un dinero que no reditúa bien o progreso. Se embolsan y reparten descaradamente el dinero del presupuesto, el dinero con el que contribuimos todos los mexicanos, para el progreso general (que no se dará nunca así) y no para el progreso único y particular de estos ¿ Y qué? la vida sigue igual.
Y sí,  los únicos que no se quejan son los que viven con y del sistema de gobierno, o que le entran al juego de la corrupción y hacen prósperos sus negocios a base de dar mordidas, consiguiendo beneficios (Por eso siguen votando por el mismo sistema. Es parte del sistema actual dar un porcentaje a los gobernantes para conseguir por ejemplo concesiones, o hacer obras que serían muchísimas más, si erradicáramos las tajadas que hay que repartir para conseguir el trabajo) y otros tantos ejemplos del sistema que no ha cambiado, por más que se diga que la dictadura, disfrazada actual de democracia (hoy más costosa)  haya terminado,  todos esos que viven sangrando al presupuesto de la nación, con sueldos, prestaciones, pensiones  insultantes  para un país con millones de pobres (sin cifras porque crecen día a día en lugar de reducirse) o los que viven en comunión con la corrupción  hinchándose de dinero mal habido, son intocables en este país y para progresar no te dejan opción o le entras a formarte con la delincuencia aceptada y promovida (corrupción rampante)  por el sistema o a la delincuencia de la hoy empresa más redituable en México “La delincuencia organizada” (que toma lo que le queda después de impuestos al que trabaja, o sea se trabaja para pagar impuestos a dos bandos: El que fue impuesto y “aceptado”, que no se cansa de cobrar más (“para beneficio a la mesa de los mexicanos según campaña”  solo que no aclararon que pagaríamos más impuestos en beneficio para “la mesa de los mexicanos que están en el sistema, que viven de él”)  y el otro bando el combatido. Así que ya no nos quejemos mexicanos, si así somos felices, cada cuatro años nos vamos al mundial, (que gozo más grande) y al acabarse nos brindan la felicidad del fútbol nacional (que maravilla de satisfacción)

Pero ojo sino quieren mirar lo que es evidente, sino quieren ver que es necesario parar la pelotita de otra manera, la enorme bola gigante que se está formando nos rebasará,  sino es que ya lo ha hecho (Michoacan, Tamaulipas, Edo, de México etc.) ,  y pronto viviremos todos en una franja de Gaza, en una franja de “CASA” prisioneros, esclavos, en nuestro propio territorio (sino es que ya lo somos.)   

viernes, 18 de julio de 2014

A LA AVENTURA...


A LA AVENTURA

Esa tarde el mar y el viento del este, permanecían en tentadora calma, esa calma que invita a emprender la aventura de ir de pesca. Don Juan Udaquiola, vasco de nacimiento, pero hace mucho años arraigado en el puerto de Veracruz, se aprestó a preparar los utensilios necesarios para pescar, la hermosa tarde lo incitó a realizar su pasatiempo predilecto; emocionado, acomodo anzuelos, carretes, plomos en su caja de pesca; gustaba de practicar la pesca rustica, tal como lo hacen los pescadores de la región, a mano limpia, esto es con la tanza en los dedos, para palpar y adivinar directamente con la sensibilidad del dedo índice, el bicho que muerde la carnada bajo la superficie del mar, sin duda, la práctica le había hecho desarrollar esta habilidad y  le daba por jactarse ante los demás compañeros de pesca, de que especie se trataba el pez ensartado antes de subirlo y visualizarlo en la superficie, guachinango, rubia, cabrilla, cochino, villajaiba, cazón, jiniguaro, etc. Su mediana condición económica, no le permitía realizar su hobby de manera más sofisticada, esto es, con cañas de pescar y en yate, o en embarcación de mayor calado y seguridad, por lo que acostumbraba ir al pueblo vecino de Antón Lizardo, y alquilar un bote a los pescadores de esa localidad. No le gustaba hacerlo solo,  la pesca en solitario -Solía decir-  la hacen los que viven de ello, la pesca de diversión  debe ser en compañía, para disfrutar de la competencia. ¡Puto el último! Era su grito de salida para iniciar la pesca, aunque la mayoría de las veces tuviese que quedarse con el título. La charla, los chistes, las anécdotas y las cervezas eran el complemento indispensable para disfrutar de una buena pesca, aunque en ocasiones no pescara nada, pero aun así, esto formaba parte del encanto de esta actividad, el éxito o el fracaso eran bien recibidos, este último, era motivador para planear la siguiente aventura de pesca, en la cual poder sacarse la espina.
Así las cosas, entusiasmado don Juan, una vez que  hubo a bien preparado todo lo indispensable, incluso después de haber comprado ya la lisa para carnada; cayó en cuenta que aún era viernes y en consecuencia día de labores, por lo que reflexionó, sería difícil conseguir convencer a sus amigos que gustaban de la pesca, para que se escabullesen de su trabajo y se tomaran la tarde libre, por lo que recurrió a invitar a  su hijo Juanillo preadolescente de 13 años, que le encantaba también la pesca y este a su vez, corriendo fue e invitó al primo Nereo y a su amigo Manuel, con lo cual, ya serían tres invitados, que a su vez eran para don Juan los elementos mínimos e indispensables para salir de pesca, por un lado por aquello de la compañía, pero por otro y el más importante, que tres era el mínimo de elementos que se necesitaban, para realizar la maniobra de empujar el bote montado sobre de troncos, desde la playa al mar y viceversa al concluir la pesca; con menos don Juan tendría que meter las manos y esa era la única etapa que no le agradaba, él como “capitán” auto nombrado, solo se acomedía a dirigir; su exceso de peso le hacía evitar trabajos de esfuerzo, por lo que, en la labor de meter y sacar la lancha del mar, se concretaba a alentar a los demás a base de gritos, ¡Empujen cabrones a echarle cojones que se nos duermen los peces! ¡Hala! ¡Joder con los chavales imberbes! ¡Con fuerza! ¿O estáis agotados de tanto jalar pellejo? ¡Me cago en la madre que los parió! A su edad yo ya cortaba troncos en Euskadi, ¡Empujen duro, duro! ¡Ahí va!, ahí va, no aflojen ¡Vamos! ¡Hala! que ya estáis llegando. Una vez estando el bote en el agua, el primero en subir fue “el capitán” don Juan, los muchachos tuvieron que empujar aún más dentro del agua, pues el peso del “capitán” hizo que la lancha se encallara en el fondo de arena; al llegarles el agua a la cintura, de un brinco subieron todos los demás a bordo.
Estaba don Juan en el jaloneo para encender el motor, cuando llegó corriendo a la orilla Tobías, el pescador que le había alquilado la lancha, gritando con desesperación -¡Don Juan, don Juan! ¡Échese pa` tras que etá anunciao que va a entrar norte fuerte pal rato! ¡Acabo de escuchá por la radio el reporte del meteorólogooo!-  Terminaba de  gritar esto, justo en el momento en que Don Juan lograba encender el motor, y aunque escuchó bien lo que Tobías le decía, haciéndole una señal con la mano diciendo adiós alcanzó a contestarle - ¡No te preocupes Tobías! que ese metepatas está equivocado ¡Siempre la caga! soltando un gran carcajada al mismo tiempo que se ponía de pie en la lancha.
Al ver la cara de preocupación  de los chavales que habían escuchado perfectamente la advertencia de Tobías, gritó sonriente con un dejo de despreocupado, para levantar el ánimo a los espantados muchachos - ¡A la aventura¡ ¡Puto el último!- Y sin más prosiguió su ruta mar adentro.
En el trayecto el viento cambio a ser más del sur que del este, lo que dio a don Juan una falsa tranquilidad que hizo se jactara, ante su tripulación de jovenzuelos, de su acertada decisión de no hacer caso a Tobías en su advertencia  del pronóstico del tiempo. -¡Se los dije, el hijo de puta del meteorólogo siempre le falla! ¡Miren este viento joder! Que viene del sur, ¿Cual norte ni que ocho cuartos? Se ha vuelto a equivocar el “mensorólogo” ese ¡Me cachis en la mar salada, si será bruto el tío!- Este optimismo rampante no convenció a Manuel quien sabía por su padre, quien solía también salir frecuentemente de pesca, que el viento del sur suele parar repentinamente, producirse un lapso de calma sin que corra el viento, para posteriormente soltarse intempestivamente el fuerte viento del norte, por lo que solo alcanzó a retar a don Juan diciéndole –Yo no estaría tan seguro, mejor ¡Puto el que se equivoque con el pronóstico!- Lo que arrancó una carcajada alto sonante del “capitán” – ¡Jojojojojo! Pues ya estuvo que el Tobías y el mensorólogo se van a ganar el título-  Una vez dicho esto prosiguió rumbo al mar abierto.
Llegaron por fin al bajo del arrecife que rodea a la isla conocida como la isla de en medio, situándose al sur, quedando la isla al norte frente de ellos; el oleaje en la zona del bajo merma considerablemente, incluso el mar llega a estar liso como plato, sobre todo cerca de la isla, por lo que ahí la pesca es más agradable, sin tanto zangoloteo provocado por el choque de olas con la lancha, como sucede en aguas profundas fuera del bajo. Echaron el ancla y al grito ya conocido del capitán comenzó la pesca y la lucha por no ganarse tan no deseado título. Fue Juanillo el que primero corrió con suerte sacando una rubia de muy buen tamaño “sartenero”, lo que dio gusto a don Juan quien dando rienda suelta a su alegría expresó - ¡Me cago en la puta madre que te parió chamaco! -¡Padre que es tu esposa! – Le contestó Juanillo riendo también-  Entonces ¡Me cago en tu padre joder! –compuso lo dicho don Juan embarrándose el mismo- Mira que precioso bicho has pescado, ¡Que buena cena vas a tener cabrón! ¡Uno menos y quedamos tres aspirantes al título! ¡Me cago en diez! a ver si no me lo gano yo por tanto estar jodiendo con lo mismo.- ¡Cayó uno, cayó uno!-  Vociferó emocionado Manuel jalando la tanza con fuerza pues era un pez grande el que traía- ¡Seguro es un pez sábalo o barracuda! – Aseveró don Juan muy ufano- No don Juan, se trata de un pez “cochino” de buen tamaño, ¿No ve como corre la tanza de un lado para otro alejándose de la lancha y no yéndose a plomo?- Le refutó Manuel - ¡A carajo!- repeló enérgico “el capitán” – Ahora resulta que la tripulación va a saber más que el experimentado capitán de esta embarcación ¡Joder! ¡Qué no, vamos!  ¡Qué no! ¡Calla la boca bisoño! Que lo que traes colgado del anzuelo es un sábalo o barracuda, como el que me llamo Juan y me apellido Udaquiola que si no me quito el nombre ¡Y ya está!- Manuel siguió trabajando al pez con destreza, habilidad que había adquirido con el tiempo, pues desde los cinco años su padre le había inculcado el gusto por la pesca al regalarle una pequeña caña de pescar en su cumpleaños, desde entonces, el padre lo llevaba a pescar a orillas de ríos y posteriormente un par de años después lo aventuró a practicar la pesca marina. Así que ahora, ya todo un adolescente de 15 años no era ningún bisoño en estos menesteres, como lo acababa de afirmar don Juan, por lo que terminó su tarea con éxito y subió al bote un hermoso “cochino” como de un kilo de peso. Don Juan miró incrédulo y con asombro el hermoso pez que acababa de pescar Manuel y frunciendo el ceño alcanzó a vociferar entre dientes - “Pito Vale”- ¿Qué dijo don Juan? -preguntó riendo Manuel- ¡Coño! Que a partir de este momento y por lo que resta de esta pesca soy el capitán “Pito Vale”, o al revés, como mejor les parezca, ¡Que me has hecho perder el nombre chaval cagón! ¡Me lleva la mar salada, Joder! Me he levantado hoy con el pie izquierdo y pise mierda ¡Coñooo!-  Y así a partir de ese momento continuó la pesca, con un don Juan en silencio, en apariencia concentrado, pero en el fondo preocupado por no ganarse el título en disputa, pues solo quedaban él y Nereo sin lograr aún atrapar nada, por lo que para esas alturas de la competencia, don Juan se conformaba con pescar aunque fuese, un pequeño “jiniguaro”, para recuperar un poco su dignidad perdida hasta esos momentos; le preocupaba de sobremanera ser el último, porque con ello, no solo habría ganado el título de “puto el último” por él mismo estipulado, y perdido el nombre como ya había sucedido, sino que también su dominio, conocimiento y experiencia en los menesteres de  la pesca, quedarían en entredicho y hechos mierda –pensaba él- ante los ojos de su tripulación de chavales imberbes, novatos e inexpertos a su parecer; por lo que continuó pescando o intentando hacerlo muy concentrado, y sí efectivamente habían muchos jiniguaros en el fondo, comiendo y robándose la carnada; como peces pequeños y rápidos que son, no son fáciles de atrapar, sobre todo si el anzuelo es mediano o grande, solo con anzuelos chicos se puede lograr ensartarlos, por lo que don Juan subía y subía una y otra vez su anzuelo a la superficie, sin pez alguno y sin carnada, pues usaba un anzuelo de buena medida y apropiado para pescar un pez grande,  deseando atrapar uno de mayor tamaño a los ya pescados por Juanillo y Manuel, para reivindicarse, pero esperanzado en atrapar aunque fuese por la panza algún jiniguaro, para no perder la competencia y llevarse el vergonzoso título.  Sin embargo, Nereo al ver que lo que proliferaba al fondo era un buen cardumen de jiniguaros, cambió de carrete por uno con anzuelo chico, colocó la carnada y lo lanzó rápidamente sin que don Juan se percatara de ello, pues él seguía en lo suyo; apenas llegó al fondo el anzuelo, comenzaron a picar los jiniguaros, y con un par de jalones en el momento indicado, logró ensartar a su presa, subiéndolo rápidamente a la lancha, y una vez estando arriba, grito con voz de triunfo ¡Lo tengo, lo tengo! Con ojos de incredulidad don Juan volteo a ver a Nereo, quien orgullosamente mostraba un pequeño jiniguaro prendido del anzuelo, a lo cual don Juan contestó –Yo también lo tengo- ¿Qué tiene tío Juan? Preguntó Nereo- ¡El título, que va a ser Joder! Que ahora soy el capitán “Puto Pito Vale” ¡Me cago en la puta madre que me parió! – Acabando de decir esto, todos al mismo tiempo comenzaron a reírse y burlarse del capitán- ¡Brillante capitán pesquero que nos cargamos! ¡No pesca ni un resfriado mi capi! ¡Ánimo mi capitán don Puto Pito Vale, quien quita y un pez volador cae solito arriba de la lancha! ¡Je je je solo así le tocará cena capitán!- Y así, mientras los muchachos desfogaban con risas y bromas, don Juan también disfrutaba el momento, colorado del rostro, pero muerto de risa; siempre a alguien le tocaba ser la comidilla de los demás en estas convivencia de la pesca y ahora le había tocado a él y lo aceptaba alegremente. En eso estaban cuando un fuerte jalón en la tanza hizo que se le soltara de su mano a don Juan y este soltó un grito por el sobresalto - ¡UPA!- al tiempo que se lanzaba a agarrar el carrete para que no cayese al agua, alcanzando a recuperarlo con éxito -¡Pico uno enorme! ¡Lo traigo, lo traigo cabrones! Aquí es donde me la voy a sacar ¡Van a ver la clase de bicho que estoy subiendo!- Decía esto al tiempo que la tanza escurría de su mano una y otra vez de los fuerte tirones que daba el pez; de repente los jalones cesaron pero aún la tanza estaba tensa y don Juan continuaba subiéndola hacia la superficie con ahínco- Parece que se cansó el bicho, ya no se defiende je je je, pero aún lo traigo y por lo pesado que está debe ser de muy buen tamaño- Decía esto don Juan sin dejar de recobrar y recobrar continuamente la tanza- ¡Tenga cuidado don Juan! – Le advirtió Manuel pues por la forma de jalar del animal y luego de dejar de hacerlo sospechaba lo peor, pero no alcanzó a decirlo pues el emocionado capitán lo interrumpió- ¡Calla Rapaz! ahora me vas tú a decir lo que tiene que hacer este viejo lobo de mar, ¡Calla y fíjate bien como se trabaja un pez grande para  lograr subirlo a la lancha- Y diciendo esto daba un último y fuerte jalón subiendo e introduciendo al pez al interior de la lancha, en el momento que a su vez este se soltaba del anzuelo;  justo un instante antes Manuel había subido los pies sobre de su asiento y a señas advirtió a Nereo y Juanillo que hiciesen lo mismo- ¿Pero qué es esto?- Preguntó don Juan pues la ya poca claridad de la tarde y el fondo oscuro de la lancha no le permitían distinguir bien de que bicho se trataba - ¡Cuidado don Juan que es una “morena”! -Gritó con angustia Manuel justo al momento que la anguila abría su temida boca llena de afilados dientes, y lanzaba una tarascada hacía el pie del capitán, quien solo usaba chanclas lo cual dejaba expuestos sus dedos al aire libre ; su enorme dedo gordo se convirtió en el objetivo del animal, a quien le pareció un suculento manjar o un rival a atacar, sin embargo, el rápido grito de advertencia de Manuel, hizo que en el momento que la “morena” iba cerrando su afilada boca sobre el dedo de don Juan, este alcanzara a encogerlo y sacar el pie de la chancla, al mismo tiempo que la dentadura de la peligrosa culebra de mar, quedaba prendida fuerte y aferradamente a esta. En ese momento, el capitán dio un salto insólito trepando súbitamente a su asiento, quedando instantáneamente de pie, el susto le había hecho adquirir una agilidad asombrosa para su voluminosa panza y pesado cuerpo. Mientras la “morena” zigzagueaba peligrosamente por todo el fondo de la lancha, sin soltar su presa, la inocente chancla de don Juan, descargando sobre de ella su furia con sus dientes encajados con firmeza; Manuel tomo un remo, y lo acercó a la morena, logrando que esta se enroscara en él, al hacerlo, alzó el remo y lo uso como catapulta sin soltarlo, agitándolo una y otra vez hasta que la “morena” se desprendió de él y fue lanzada al aire yendo a caer nuevamente al mar de donde no debió de haber salido, esto claro está, si don “Puto Pito Vale” hubiese tenido el cuidado debido y la hubiera garroteado antes de subirla a la lancha, para que se zafara del anzuelo y cayese al mar y no adentro, pues más de un pescador ha perdido alguno de sus dedos por esta clase de error.
Todo volvió a la calma; sin proferir palabra alguna, los muchachos se acomodaron nuevamente en sus asientos, mientras don Juan dándose un fuerte sentón volvía también a depositar su tembloroso trasero en su asiento, y una vez pasado el trago amargo, comenzó a reírse con una risa que empezó suave y que fue poco a poco subiendo de intensidad, contagiando a los demás quienes comenzaron también a reírse desaforadamente, Juanillo interrumpió brevemente el concierto de risas comentando  - A que mi capitán “no doy una” ya perdió el nombre, perdió la competencia, perdió la chancla y casi pierde el dedo, ¿Qué más puede perder chingao?- Dicho esto la intensidad de las risa aumento hasta llegar a estruendosas carcajadas y en eso estaban cuando ahora interrumpió alterado y cortando la risa de jalón, Nereo diciendo- ¡La vida!-  ¡Joder! No chingues sobrino –Rápidamente le refutó don Juan-  No me jodas con esa sentencia, que este capitán está pendejo pero no jodido, ¡Mira bien la madera de que estoy hecho! Que a estas alturas de la vida me conservo saludable y fuerte como viejo roble- ¡No tío lo digo en serio! ¡La vida, si no nos vamos inmediatamente! ¡Miren volteen, vean las palmas de la isla!- Al mismo tiempo voltearon todos súbitamente, alcanzando a ver como las ramas de las palmeras se movían vigorosamente.
Por estar ubicados del lado sur justo atrás de la isla y a la vez estar tan entretenidos con la pesca, nunca se percataron cuando el viento del sur se detuvo, mucho menos percibieron cuando llegó la calma, sin que soplase viento alguno por un buen rato, pues al estar en este lugar dentro del bajo sin oleaje y protegidos por la isla se olvidaron de si había o no viento y de que punto cardinal venía este, por lo que al ver don Juan el movimiento de las palmas, volteo apresurado a ver también hacía un costado de la isla, donde unas rocas sobresalen de la superficie del mar en los límites del bajo, y alcanzó a observar como las olas reventaban fuertemente sobre de estas, concluyendo que el mar estaba embravecido, porque el temido viento del norte había comenzado. -¡Levanten sus tanzas y saquen el ancla se jodió la pesca! ¡Que ha comenzado a arreciar el viento y el mar allá afuera del bajo se está encabritando! ¡Vámonos! – Angustiado y apurado don Juan alertó a la tripulación; los muchachos rápidamente obedecieron; Manuel recogía el ancla vociferando - Que arreciando ni que nada, ese viento ya es del norte y fuerte- A su vez, Juanillo asustado cuestionó a su papá - ¿Padre no será mejor que nos refugiemos en la isla?- ¡No hombre no! Esto está comenzando y nos da tiempo de llegar a la playa, antes de que se ponga feo el asunto, es peor si nos quedamos en la isla, nos podemos quedar atrapados ahí sin tragar nada más que arena hasta por dos o tres días, en lo que calma primero el norte y luego la fuerte marejada para poder marcharnos. Que no cunda el pánico que a este toro lo podemos torear ¡Hala! al mal paso darle prisa- Y diciendo esto don Juan arrancó el motor y enfiló rumbo a tierra, los muchachos se quedaron mirándose entre sí angustiados, no creían a raíz de todo lo acontecido en la destreza de su capitán; Nereo en voz baja alcanzó a decirles a los demás –Y también perdió en lo del pronóstico, en la madre, a ver cómo nos va ahora- Manuel completó el comentario para liberar la tensión diciendo- Así es, estamos en las manos expertas de nuestro capitán “Puto, Puto, Pito Vale” el único con doble título ganado a pulso; que Dios nos agarre confesados- ¡Amén! Dijo Juanillo y rieron los tres bajito y nerviosamente- Don Juan que solo alcanzó a escuchar el amén interpretó mal y los interrumpió enérgicamente- ¡Déjense de rezos y pónganse duchos que estamos a punto de abandonar el bajo y entrar a mar abierto! Agarren dos de ustedes un remo cada uno, por si hace falta apoyar al motor para enderezar la lancha, no nos vaya agarrar una ola de lado, y el otro que coja la cubeta para ir sacando el agua que vaya entrando- Los muchachos no habían pensado en rezar pero después de escuchar las ordenes serias acabadas de emitir por el capitán, con voz entrecortada de la preocupación, encendió la angustia y el miedo dentro de ellos, miedo a enfrentar una situación real, no se trataba de la fantasía de un programa de televisión o de una película, ellos estaban a punto de enfrentarse a la temible furia del mar, ellos tres imberbes chavales, con una pequeña y frágil lancha de pescadores, un motor de apenas tres caballos de fuerza y un capitán inexperto en estas lidias, por lo que al percatarse de la peligrosa situación, comenzaron a rezar los tres en silencio, como después se lo confesarían con el tiempo ellos mismos.
Acatando las indicaciones del asustado capitán, tomaron  Manuel y Nereo un remo cada uno, dejándole la tarea de la cubeta a Juanillo quien era el más pequeño. Para colmo de males la isla está ubicada en dirección al sureste del pueblo de donde habían partido, por lo que ellos tendrían que navegar para regresar al punto de partida, en contra del viento del norte y con las olas embistiéndolos de lado o de frente, tarea que al salir del bajo y darse cuenta de que el mar estaba sumamente picado, por el fuerte viento que ya soplaba, se veía iba a ser muy peligrosa, por lo que Manuel le insistió a don Juan que quizás sí, lo mejor sería refugiarse en la isla, a lo que este hizo oído sordos y con el rostro pálido y la mirada fija continuó alejándose de la isla.
La lancha era embestida furiosa y constantemente por las olas, olas que al llegar al canal, que es la zona del mar más honda entre la isla y la costa,  aumentaron  enormemente de tamaño, la pequeña embarcación parecía por momentos ser devorada por el mar al quedar en la parte baja entre dos olas, pero al subir a la cresta volaba o mejor dicho salía volando y al caer se azotaba fuertemente sobre la superficie; todos se habían sumido en un gran silencio, de miedo y angustia, pero todos hacían su mejor esfuerzo por mantener la embarcación a flote; don Juan sumamente concentrado giraba el manubrio del motor tratando de dirigir la lancha para enfrentar las olas de frente, evitando que los tomara de lado, pues aparte de correr el riesgo de voltear la embarcación con cada ola que los chocaba de costado, estas cada vez que los embestían de lado, metían una gran cantidad de agua al interior; sin embargo, por la débil potencia del motor, y aún con la ayuda de los remeros, no siempre se podía evitar que esto sucediera, por lo que llegó el momento en que Nereo abandonó uno de los remos y tomó otra cubeta para ayudar a Juanillo a sacar la que ya había entrado, al grado que sus pies estaban prácticamente bajo agua. Fue entonces que Juanillo rompió el silencio muy espantado, volteó buscando la mirada de su padre  gritando con gran angustia ¡Padre que se va a partir en dos, nos vamos a hundir! Pero pudo darse cuenta al verle el rostro, que aquel hombre seguro y sonriente que hacía un par de horas gritaba con entusiasmo ¡A la aventura! Ya no se encontraba en el bote, en su lugar estaba un hombre con los labios apretados tan intensamente que parecían estar sellados con “cola loca”; con un semblante tan pálido como si estuviese maquillado de espuma blanca, con toda la ropa mojada, el rostro y el cabello empapados escurriendo agua como si acabará de salir de un baño con regadera a presión. Juanillo al no obtener respuesta, giró nuevamente la cabeza y volvió a sumergirse en el silencio que se encontraban todos, y a continuar con la extenuante labor de sacar, a la velocidad que le permitían sus fuerzas, mermadas poco a poco de cansancio, cubeta tras cubeta de agua.
La desesperación comenzó a acentuarse, las luces del pueblo de arribo,  Antón Lizardo, alcanzaban a verse a lo lejos, pero en vez de verlas cada vez más cerca, percibían lo contrario, las fuerte marejada y el oleaje los hacía alegarse cada vez más de ellas, como si en vez de acercarse a tierra se alejaran cada vez más mar adentro. Sin embargo, esta era una falsa percepción, ya que en realidad aunque si se alejaban cada vez más del pueblo y sus luces; de tierra estaban cada vez más cerca, el viento del norte los fue empujando hacia el sur, hasta que por fin lograron visualizar la oscura playa, pero esto a dos kilómetros más al sur del pueblo, se acercaron lo más posible a la orilla y ya que se sentían seguros por estar tan cerca de tierra, emprendieron el último esfuerzo y se fueron bordeando por toda la orilla, en contra del viento y del fuerte oleaje, acercándose al pueblo poco a poco, continuando la ardua tarea de enderezar la dirección de la lancha y sacando cubetas y más cubetas de agua del interior, hasta lograr remontar esos dos kilómetros de desvió, después de media hora más de lucha.
Al por fin tocar tierra y encallar la lancha en la arena de la playa, bajaron lentamente los muchachos uno a uno, y una vez alejados de las olas, se dejaron caer boca arriba muertos de cansancio sobre la arena. El único que permaneció sentado en el bote por varios minutos más agachado  con la cabeza sobre las piernas fue don Juan, quien desfogaba así toda la tensión por la angustia sufrida; Manuel fue quien todavía tuvo las fuerzas para sacar el ancla y atorarla, amarrando a su vez la cuerda en un pesado tronco que se encontraba varado cerca en la playa, y así asegurar que no fuese a quedar a la deriva. Don Juan por fin salió de su trance y comenzó a querer quitar el motor, pero no contaba ya con fuerzas;  justo en ese momento, Tobías junto con varios pescadores, se acercaron presurosos, ayudaron a don Juan a bajar del bote y quitar el motor, aseguraron bien el bote, bajaron todas las cosas, los ayudaron a llevarlas a su auto, el viento del norte arreció aún más, al poco tiempo alcanzó a tener ráfagas hasta de 100 kilómetros por hora, de haber demorado media hora más dentro del mar no lo hubiesen contado.
Sin embargo, una vez en el camino a casa dentro del auto, el silencio que aún había durado un buen trecho de carretera, se rompió cuando a don Juan Udaquiola le regresó la voz diciendo: El capitán “Puto, Puto, Pito Vale” ¡Se lo cargó la madre que lo parió! ¡La cagó! Y no volverá en su vida a embarcarse hasta no haber escuchado el pronóstico del ¡Hijo de puta del mensorólogo ese! ¡O dejo de llamarme Puto, Puto, Pito Vale! Y echo a reír a carcajadas contagiando la risa a todos, que no pararon de reír durante todo el trayecto de regreso a sus casas.
Jamás olvidarían ese día, jamás volvieron a embarcarse juntos para ir de pesca, aunque todos ellos continuaron cada quien por su lado con esta afición y lo que es seguro es que jamás ninguno de ellos volvió a lanzar el grito de ¡A la aventura! al embarcarse, ni hacerlo sin previamente escuchar el pronóstico del tiempo para la región.