viernes, 1 de mayo de 2015

CABALGO



Cabalgo, me infiltro entre la maleza,
en un tiempo que se alejó de la llanura,
en otra edad, o quizás, cuando la edad lo hacía ligero.
y el cabalgar no implicaba incertidumbre, desasosiego,
en la llanura de la inocencia, donde las rosas ocultaban los insectos,
y solamente se  asomaba el verde a los costados del camino,
tal vez había hierba seca, tierras áridas, que las montañas,
con su majestuosidad, envestida con la frondosidad amorosa de sus pinos,
cubría, protegiendo a la fantasía de cabalgar por la vida,
en llanuras sembradas de abundancia y alegrías,
no permitiendo a los sueños alterarse, desdibujarse,
al cubrirlos con esa enorme barrera de amor,
impidiendo visualizar el paisaje desolado  que existía,
que siempre ha existido,
que hoy cabalgo, en su densidad amarga, angustiante,
donde el camino no conduce al mismo horizonte nítido,
colorido y luminoso, donde la fantasía dejó de latir,
y del destino se alejó el vuelo de las aves,
 llevándose la armonía de sus trinos,
y el silencio de sus alas.
Hoy cabalgo entre maleza,  
de mis montañas se extinguieron los pinos,
dejándome solo, afrontando la realidad de un valle áspero, cruel,
invadido de maleza, repleto de insectos malignos asechando,
perdido de un mundo tan distante, tan tranquilo, tan alegre,
que se quedó en el tiempo, cuando el paisaje lo pintaba,
la inocencia de la infancia y lo alentaba el amor de dos pinos
y su montaña.