Camino por un camellón
estrecho,
a la distancia percibo sus
silencios,
se escuchan sus adoquines
torcidos,
reventados por raíces de
árboles,
cansados de estar
aprisionados
y del triste vació de sus
copas,
que irrumpen aves ambulantes,
extraviadas en el bosque
urbano,
que pasan jugueteando o
peleando;
loros discutiendo llegan y
marchan,
pichos gritando desafíos,
se aparcan corto tiempo,
algunos caen para arreglar
sus diferencias,
en el rin del pavimento
duro,
abandonan la suavidad de
los aires,
para poner patas en tierra,
sus posturas y resolver
agravios,
que se reducen, a veces,
a la disputa de un gusano.
Entre las juntas de los
adoquines
que forman las calles
irregulares,
de la ciudad de las
hormigas,
estas transitan
imparables,
en desbandada
sincronizada,
van rumbo al mercado de
desperdicios,
son compulsivas
adquisidoras,
algunas no abandonan la
dieta de las hojas,
suben al edificio de los
árboles,
por las escaleras rugosas
de sus troncos,
dejando un nuevo
"look" a sus ramas,
otras van al encuentro de
las ofertas del mercado,
que por lo general ofrece,
gran variedad de
productos,
abundando, los chicles
masticados,
las colas de cigarros y
todo tipo de heces,
de aves, perros y gatos,
y de uno que otro roedor
apurado.
en un mercado cambiante,
en donde el viento se
encarga
de llevar y traer
mercancías nuevas,
bolsas de
"Sabritas" rodando al garete,
oferta de ignorantes,
inconscientes,
sucios barbajanes que
provienen,
de las diversas fábricas
de maleducados,
o quizás de las maquilas de
"huevones",
la cosa es que abundan,
y acomodan sus puestos,
dentro del perímetro, que
enmarcan
las guarniciones, de un
camellón solitario,
olvidado por las escobas,
que recobran la memoria,
en campañas electorales,
luciéndose con un
esporádico
hipócrita e ilusorio
barrido,
o tapizando los troncos de
sus árboles,
con propaganda abandonada,
que van dejando colgada,
y que con el tiempo pasan
a incrementar,
las ofertas de este mercado
de basura,
donde las hormigas van de
compras,
y que aprovechan el hurgar
del pico de los pichos,
en el interior de bolsas
con residuos,
para adquirir lo que es
espolvoreado,
que van dejando esparcido,
en la rugosa superficie
deplorable,
de un camellón en
silencio,
que calla su tristeza y
abandono.
cansado de ser destruido,
por raíces liberándose,
y ultrajado por el inconsciente
defecar de animales,
y el irresponsable
transcurrir
de deplorables ciudadanos.
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