QUIÉN SOY
La débil rama crujía, su quejido me hacía consciente de
que no resistiría, pero me asía a ella con
la desesperación de una mano ya insensible, endurecida, tratando de sostener el
peso de mí cuerpo, fuerte y saludable, resistiéndome a perder espeluznantemente
la vida, desquebrajado, rajado, pulverizados los huesos, al caer al fondo del
barranco, que me esperaba con rocas hambrientas de frágil y jugoso cuerpo,
entre reducidos claros de matorrales, de una más reducida esperanza, de tener
la suerte de no chocar contra esas rocas, e ir a parar en la frenética caída
inminente, justo en ellos, que sin duda harían más suave el aterrizaje
incontrolado. Un último crujido y después todo fue oscuridad, silencio, limbo,
la luz regreso después de quince años, en una cama, con un cuerpo sin piernas, tatuado
en cicatrices, un rostro ajado, con la memoria muerta, entre gente extraña… y un ser postrado
irreconocible.
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