No se aparcaba de los aparatos
desde que comenzaba su día, abría los ojos y encendía el Xbox, la computadora, la Tablet, el iPod y sino el
celular, el mundo real a su alrededor dejó de existir. De la realidad solo
tomaba la inconsciente, los sueños; esa realidad fantasiosa que se da al
dormir, y cabe decir que estos
sueños, poco a poco se conectaron
también a ese mundo virtual. Un hombre que estando despierto permanecía en una realidad
enajenante, donde la vida es un juego y el matar es el proceso para adquirir la
felicidad de llegar a ser ganador, una realidad que lo está llevando como a
millones, a integrar una humanidad de zombis, que tenderá a auto destruirse. Se irán incrustando a los aparatos, las necesidades fisiológicas esenciales para vivir,
el comer, beber, defecar, orinar; no necesitará salir de la pantalla, ni
desconectarse para poder hacer estas funciones, casi imperceptiblemente para
él, todo estará enchufado, ligado, y lo más grave perderá el interés y deseo
por preservar la especie. El crear más y más juegos será el motivo de vida,
para persistir viviendo en este mundo virtual por siempre. Hasta que un día su
mente inmersa caiga en un sueño profundo, un sueño oscuro como una pantalla
apagada y al despertar encontrará que está solo frente a una pantalla
encendida, sin imágenes, ni dentro, ni fuera de la pantalla, solo sin nada más,
solo…solo…solo en el mundo… en sus mundos.
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