No
sé si se estén realizando campañas contra del bulling en las escuelas, que no solamente impliquen, castigo a quienes lo apliquen y a quienes no hagan nada por evitarlo al presenciarlo; en lo personal considero prioridad, hacer campaña motivando a la integración de
esos niños, que son relegados por su condición física (llámese color de piel,
exceso de peso o lo contrario, fealdad física, y capacidades diferentes) que los ha llevado
a ser sumisos, apartados, temerosos, y tristes, la campaña debe ir enfocada a
que sus compañeros los integren a sus juegos, a sus charlas, a sus sueños.
Dentro del salón de clases los maestros dedicarse a leer poesías, cuentos,
historias, que lleven a crear conciencia en favor, de no hacer menos a estos
compañeros y mucho menos motivo de burlas o apodos hirientes, sino todo lo
contrario promover estas acciones de integración, que lleven a devolver a estos
niños, la felicidad en sus vidas.
La
importancia de esto, lo viví sin saberlo y los descubrí muchos pero mucho años
después, con un amiguito mío de primaria, en aquellos años de mi infancia. Se
llamaba Rafael Zorrilla quien llegó a nuestras vidas a mediados de la etapa primaria, no recuerdo en que año
escolar específico se incorporó, pero
causó reacción negativa de risas, en la mayoría de mis compañeros, al verlo por
primera vez entrar al salón de clases; en lo personal me causo tristeza, pues el
rostro muy similar al de Frankenstein o German Monster (serie de TV muy popular
en ese entonces) fue el motivo o la razón de la mayoría de las risas; pero había en él
algo más grave, que en mi me provocó ese sentimiento de lástima, cojeaba de una de sus piernas
visiblemente, lo cual indicaban para mí, tanto la seriedad en su rostro y
su condición física, que estaba enfermo, y eso fue lo que causó como primer reacción, sintiera yo pena
y tristeza por él y las risas se me hicieron de lo más desagradable.
Con malestar y enfado recuerdo, fue la burla un tiempo de muchos compañeros; apodos, chistes y lo principal y más cruel, era relegado. En cambio, en lo personal yo gozaba de todo lo contrario, era el número uno en calificaciones, no por mi inteligencia sino por mi tenacidad, muy bueno en el fútbol y para el espiro, donde fui campeón varias veces, lo que me hizo ser, reconocido por muchos y envidiado por algunos, pero sin meterse conmigo, pues la fuerza adquirida en los golpes al espiro, trajo como consecuencia, fuese bueno para los golpes, pegaba duro, pero sólo en defensa propia o para defender a compañeros de los malosos, nunca lo emplee como arma para intimidar compañeros, ni ser de broncas. Así que. todo ello, me hacía ser una especie de líder positivo para mis compañeros, pues había también como ya los mencioné, los lideres negativos, quienes aplicaban la intimidación, el ahora llamado bulling; eran generalmente fuertes, broncos, burlones y de pésimo aprovechamiento escolar, pues la inteligencia no era su fuerte y menos la dedicación o tesón por estudiar. Pero volviendo al “Zorri” como yo lo llamaba con cariño, tuve la fortuna de sin tener conciencia de ello, pues era yo pequeño para entenderlo así, de “integrarlo” al grupo, aprovechando que yo siempre era nombrado capitán, de uno de los equipos de fútbol, que formábamos en el salón de clases y dónde cada capitán iba escogiendo a los mejores jugadores para su equipo, por turnos; tuve como les decía yo, el propósito de siempre escoger al “Zorri”, no lo hacía en las primeras rondas, pero tampoco lo dejaba para lo último, esto sí muy consciente yo de ello, una para que no supusiera el “Zorri” era por lástima, y la otra para que no concluyera que ya no me quedaba de otra, al ser el último elegido. No haré larga la historia, solo les diré que recuerdo que jugando fútbol descubrimos las risas del Zorri, su ánimo, su alegría corriendo tras del balón aun cojeando, celebrando los goles, felicitando a sus compañeros o a mi cuando hacia una gran atajada (yo era el portero), se soltó y todos mis demás compañeros conocieron al Zorri por dentro, se rompió la coraza que su físico, su condición física y su abandono en su mundo de tristeza lo tenían aislado, sin que nadie se le acercara a saludarle siquiera, conocimos a un Zorri platicador y a un buen chico, bromista y buena persona. El Zorri se fue de la primaria como llegó, de repente, un buen día, no supe cuando en que año escolar. La vida nos apartó y no supe más de él. Un día, ya recién terminada mi carrera profesional yendo a sacar un permiso de obra a salubridad, la joven encargada de recibir los papeles, leyó mi nombre y al leerlo me dijo sorprendida, ¿Rafael Carriles? ¿Tú eres Rafael Carriles que estudiabas en el La Salle?, le dije sí, el mismo para servirte. Mostró mucho gusto sin entender mucho sus razones hasta que me contó. Yo soy la hermana de Rafael Zorrilla ¿Lo recuerdas? Como no -le dije- el gran Zorri, ¿Cómo está él, dónde se encuentra?- La respuesta fue muy triste, el Zorri había muerto hace años, se lo llevó su enfermedad; pero después de la triste noticia, vino la gran alegría para mi, pues el gusto de la hermana por encontrarme, era el de poder contarme, que fui una especie de ídolo para su hermano, que siempre llegaba muy contento de la escuela y que siempre del único que hablaba era de mi Rafael Carriles de nadie más, al único que recordaba y recordó siempre de esos años de escuela fue a mí, por eso la hermana se asombró gratamente al leer mi nombre. Y por eso, por ese momento, por ese encuentro del destino, en que pude saber que tan importante fue mi existencia y la influencia de mi vida en la vida del Zorri, es que sentí la satisfacción incomparable con ningún logró, ni ningún premio conseguido en toda mi etapa escolar (que fueron muchos) y que se volvió a raíz de encontrarme con su hermana, de los más importantes de mi vida.
Con malestar y enfado recuerdo, fue la burla un tiempo de muchos compañeros; apodos, chistes y lo principal y más cruel, era relegado. En cambio, en lo personal yo gozaba de todo lo contrario, era el número uno en calificaciones, no por mi inteligencia sino por mi tenacidad, muy bueno en el fútbol y para el espiro, donde fui campeón varias veces, lo que me hizo ser, reconocido por muchos y envidiado por algunos, pero sin meterse conmigo, pues la fuerza adquirida en los golpes al espiro, trajo como consecuencia, fuese bueno para los golpes, pegaba duro, pero sólo en defensa propia o para defender a compañeros de los malosos, nunca lo emplee como arma para intimidar compañeros, ni ser de broncas. Así que. todo ello, me hacía ser una especie de líder positivo para mis compañeros, pues había también como ya los mencioné, los lideres negativos, quienes aplicaban la intimidación, el ahora llamado bulling; eran generalmente fuertes, broncos, burlones y de pésimo aprovechamiento escolar, pues la inteligencia no era su fuerte y menos la dedicación o tesón por estudiar. Pero volviendo al “Zorri” como yo lo llamaba con cariño, tuve la fortuna de sin tener conciencia de ello, pues era yo pequeño para entenderlo así, de “integrarlo” al grupo, aprovechando que yo siempre era nombrado capitán, de uno de los equipos de fútbol, que formábamos en el salón de clases y dónde cada capitán iba escogiendo a los mejores jugadores para su equipo, por turnos; tuve como les decía yo, el propósito de siempre escoger al “Zorri”, no lo hacía en las primeras rondas, pero tampoco lo dejaba para lo último, esto sí muy consciente yo de ello, una para que no supusiera el “Zorri” era por lástima, y la otra para que no concluyera que ya no me quedaba de otra, al ser el último elegido. No haré larga la historia, solo les diré que recuerdo que jugando fútbol descubrimos las risas del Zorri, su ánimo, su alegría corriendo tras del balón aun cojeando, celebrando los goles, felicitando a sus compañeros o a mi cuando hacia una gran atajada (yo era el portero), se soltó y todos mis demás compañeros conocieron al Zorri por dentro, se rompió la coraza que su físico, su condición física y su abandono en su mundo de tristeza lo tenían aislado, sin que nadie se le acercara a saludarle siquiera, conocimos a un Zorri platicador y a un buen chico, bromista y buena persona. El Zorri se fue de la primaria como llegó, de repente, un buen día, no supe cuando en que año escolar. La vida nos apartó y no supe más de él. Un día, ya recién terminada mi carrera profesional yendo a sacar un permiso de obra a salubridad, la joven encargada de recibir los papeles, leyó mi nombre y al leerlo me dijo sorprendida, ¿Rafael Carriles? ¿Tú eres Rafael Carriles que estudiabas en el La Salle?, le dije sí, el mismo para servirte. Mostró mucho gusto sin entender mucho sus razones hasta que me contó. Yo soy la hermana de Rafael Zorrilla ¿Lo recuerdas? Como no -le dije- el gran Zorri, ¿Cómo está él, dónde se encuentra?- La respuesta fue muy triste, el Zorri había muerto hace años, se lo llevó su enfermedad; pero después de la triste noticia, vino la gran alegría para mi, pues el gusto de la hermana por encontrarme, era el de poder contarme, que fui una especie de ídolo para su hermano, que siempre llegaba muy contento de la escuela y que siempre del único que hablaba era de mi Rafael Carriles de nadie más, al único que recordaba y recordó siempre de esos años de escuela fue a mí, por eso la hermana se asombró gratamente al leer mi nombre. Y por eso, por ese momento, por ese encuentro del destino, en que pude saber que tan importante fue mi existencia y la influencia de mi vida en la vida del Zorri, es que sentí la satisfacción incomparable con ningún logró, ni ningún premio conseguido en toda mi etapa escolar (que fueron muchos) y que se volvió a raíz de encontrarme con su hermana, de los más importantes de mi vida.
Por
eso quise exteriorizar esta historia personal. La “integración” es la mejor
campaña que debe emprenderse contra el “Bulling”
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